Saludable advertencia(no digan que no se los dije):
Este lugar es uno de los lugares más peligrosos de la galaxia espiral Vía Láctea(albergadora de un raro y precioso planeta). El Club Bilderberg, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Partido Revolucionario Institucional, la OEA, la OTAN, y otras organizaciones prehistóricas, advierten que visitar este lugar es visitar las entrañas de la subversión, el manantial de los anacronismos, la alcoba de un demonio de demonios.
El Vaticano debe enviar exorcistas con sus más finos y milenarios mensajes de falso amor. Monsanto debe esparcir sus neuroncidas para eliminar todo axón y dendrita hasta la raíz. La British Petroleum debe regar sin deliberación toneladas de sacrosantos petróleos. El gobierno de las Empresas y Bancos Unidos de Asesinamérica(United States of America), debe enviar poderosos drones con bombas más criminales que las que soltó en Hiroshima y Nagasaki.

domingo, 22 de enero de 2012

Civilización

Un hombre muere en mí siempre que un hombre
muere en cualquier lugar, asesinado
por el miedo y la prisa de otros hombres.

Un hombre como yo; durante meses
en las entrañas de una madre oculto;
nacido, como yo,
entre esperanzas y entre lágrimas,
y -como yo- feliz de haber sufrido,
triste de haber gozado,
hecho de sangre y sal y tiempo y sueño.

Un hombre que anheló ser más que un hombre
y que, de pronto, un día comprendió
el valor que tendría la existencia
si todos cuantos viven
fuesen, en realidad, hombres enhiestos,
capaces de legar sin amargura
lo que todos dejamos
a los próximos hombres:
El amor, las mujeres, los crepúsculos,
la luna, el mar, el sol, las sementeras,
el frío de la piña rebanada
sobre el plato de laca de un otoño,
el alba de unos ojos,
el litoral de una sonrisa
y, en todo lo que viene y lo que pasa,
el ansia de encontrar
la dimensión de una verdad completa.

Un hombre muere en mí siempre que en Asia,
o en la margen de un río
de África o de América,
o en el jardín de una ciudad de Europa,
una bala de hombre mata a un hombre.

Y su muerte deshace
todo lo que pensé haber levantado
en mí sobre sillares permanentes:
La confianza en mis héroes,
mi afición a callar bajo los pinos,
el orgullo que tuve de ser hombre
al oír -en Platón- morir a Sócrates,
y hasta el sabor del agua, y hasta el claro
júbilo de saber

que dos y dos son cuatro...

Porque de nuevo todo es puesto en duda,
todo se interroga de nuevo
y deja mil preguntas sin respuesta
en la hora en que el hombre
penetra -a mano armada-
en la vida indefensa de otros hombres.
Súbitamente arteras,
las raíces del ser nos estrangulan.

Y nada está seguro de sí mismo
-ni en la semilla en germen,
ni en la aurora la alondra,
ni en la roca el diamante,
ni en la compacta oscuridad la estrella,
¡cuando hay hombres que amasan
el pan de su victoria
con el polvo sangriento de otros hombres!

Jaime Torres Bodet

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